Veracruz, Ver.- Si bien hoy las aguas de la Villa Rica tienen principalmente una vocación turística y de pesca a escala local, hace 500 años, aquel litoral veracruzano fue escenario de uno de los encuentros culturales más importantes de la historia, mismo que ahora es investigado, con positivos resultados, por arqueólogos subacuáticos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes trabajan en conjunto con especialistas extranjeros.
En su más reciente temporada —la segunda en el proyecto Arqueología Subacuática en la Villa Rica— se localizaron dos anclas de hierro, cuyas características las vinculan al siglo XVI, y cuya alineación en dirección suroeste, podría, incluso, indicar que siguieron una dinámica portuaria en su colocación sobre el lecho marino.
Ambos objetos, además, se suman a una primera ancla descubierta en 2018, cuyo estudio en laboratorio ha probado que la madera de su cepo pertenece a un árbol de la cornisa cantábrica de España, que estuvo vivo en la segunda mitad del siglo XV.
El doctor Roberto Junco, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, quien codirige el proyecto junto con los arqueólogos subacuáticos: doctor Christopher Horrell, Melanie Damour y doctor Frederick Hanselmann, detalla que las dos nuevas anclas fueron registradas 300 metros al norte de la hallada previamente, a la vez que son más grandes que aquella: 2 metros de largo y 66 centímetros entre las puntas de sus brazos.
Así, el ancla más voluminosa del conjunto, mide 3.68 metros de largo y tiene una anchura de 1.55 metros entre sus puntas, mientras que la restante mide 2.60 de largo por 1.43 metros de un extremo al otro de sus brazos.
A diferencia del objeto analizado en 2018, las dos anclas ubicadas este año no conservaron su cepo de madera. En ambas, sin embargo, son visibles sus lengüetas, un par de protuberancias sobre su caña, a la altura en la que ajustaba el cepo, que corren paralelas a cada brazo; rasgo típico de la manufactura de las anclas del siglo XVI.
“Es hasta después de ese siglo cuando se ven las lengüetas perpendiculares en vez de paralelas a los brazos del ancla”, explica Christopher Horrell, académico del Meadows Center for Water and the Environment de la Universidad del Estado de Texas, y miembro de la organización Submerged Archaeological Conservancy International (SACI).
Melanie Damour, también integrante de la SACI y Frederick Hanselmann, investigador de la Universidad de Miami, coinciden con Junco y Horrell, sobre lo preliminar que es hablar de si las anclas pertenecen a los navíos de Hernán Cortés, toda vez que, apuntan, después de 1519 y hasta entrado el siglo XIX, la Villa Rica de la Veracruz —el segundo ayuntamiento español de América continental— se convirtió en un puerto muy activo para la navegación.
“No está claro si las tres anclas pertenecen a un mismo momento histórico, pero su alineación al suroeste coincide con la lógica de la Villa Rica como un puerto que protege a los barcos de los vientos del norte y el noroeste”, precisa Junco.
Para los investigadores ya es valioso en sí, saber que siguen la ruta correcta para poder ubicar pecios vinculados con la llegada de los europeos a Mesoamérica, de los cuales se conoce poco arqueológicamente.
“La Conquista de México fue un evento seminal en la historia humana, y estos naufragios, si podemos encontrarlos, serán símbolos de la colisión cultural que llevó a lo que hoy es Occidente, geopolítica y socialmente hablando”, refiere el doctor Hanselmann.
Hasta ahora, el equipo internacional coincide en que Cortés ‘dio al través’, es decir, barrenó sus naves para forzar a los miembros disidentes de su ejército, quienes buscaban regresar a Cuba, a marchar tierra adentro con rumbo a México-Tenochtitlan.