Pedro Cruz.
Veracruz, Ver.- Según la historia escrita en libros de la Escuela Náutica Mercante, el 18 de diciembre de 1975, el buque Tlaxcala de cinco mil 900 toneladas de desplazamiento, al mando del capitán de altura Joel Montes Camarena, zarpó de Point Confort, Texas, EU, con destino a Veracruz con un cargamento de cinco mil cien toneladas de alúmina en polvo, que serviría para manufacturar aluminio.
Además de la tripulación, viajaban la esposa del capitán, Guadalupe Medrano Llamas, y su hija Krisis, de dos años, que no querían pasar solas la Navidad, y la esposa del jefe de máquinas. Ambos tenían permiso para embarcar a sus familias, por esas fechas especiales.
A las cinco de la mañana del 19 de diciembre de 1975, el navío navegaba en las costas de Punta Delgada, frente a Tampico. A las 5:55 de la mañana, de improviso el buque fue azotado por un “norte”, se escoró por el embarque de agua en los doblefondos de lastre y, según testimonio de los supervivientes, se fue inclinando paulatinamente hasta irse a pique. Todo ocurrió en unos 15 minutos. Murieron 23 personas y sus cuerpos nunca aparecieron.
Lo sobrevivientes alcanzaron a llegar a las balsas Elliot, conocidas como “cacahuate” y, tras permanecer cinco días en el mar, la tarde del 23 de diciembre fueron rescatados por el buque “Matías de Córdoba” de la Armada de México y trasladados al Puerto de Veracruz a recibir atención médica.
En ese naufragio, lamentablemente 25 tripulantes perecieron, entre ellos el capitán, su esposa e hija, y la esposa del jefe de máquinas. Todos ellos, tragados por ese mar que en a veces cobra tributo a los marinos.
El 24 de diciembre de 1975, los sobrevivientes narraron a un diario de Veracruz que, ” como los héroes increíbles del cine y la novelística, el capitán del buque mexicano Tlaxcala, Joel Montes Camarena, se hundió con éste, luego de organizar el salvamento de sus oficiales y marinos.
Pero no iba solo, pues con él estaba, estoica y sin lágrimas, con la tranquilidad y decisión de quien sabe cumplir su deber de compañera, más allá de los límites de la vida, su esposa Guadalupe Medrano Llamas, y en brazos de ésta, su hijita Krisis”.
La respuesta que el capitán dijo a su oficial segundo, luego de que éste le suplicara que le diera a la niña para salvarla, fue “nos vamos los tres juntos”.